XIMENA MANDIOLA
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EXPOSICION "ECUACIONES"
MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES. SANTIAGO - CHILE 2009
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Presentación:
Por Milan Ivelic
Director Museo Nacional de Bellas Artes

El Museo Nacional de Bellas Artes presenta a la artista XIMENA MANDIOLA, quien expone individualmente, por primera vez, en nuestro museo.

Ella presenta pinturas recientes (2007-2008) de gran formato, (1.60 x 2.00 mts.)  pensadas y ejecutadas para ser expuestas en un espacio determinado de antemano: La sala Chile. 

En efecto, al recibir la invitación que le formulamos y conociendo el espacio en que exhibiría las obras, optó por una medida única.  Dimensiones que le daban la posibilidad de ampliar formatos en vista de la propia superficie de la sala Chile: su longitud y su ancho hacen posible que el artista explore y explote este contenedor.  Ella  estudió la sala, midió distancias, consideró la proximidad o lejanía del espectador frente a cada obra y, sobre todo los niveles de la percepción visual y del movimiento corporal al enfrentarse a ellas.

¿Por qué este interés de vincular espacialmente sus pinturas a este lugar específico?
Porque la base sobre la cual se desarrolla su obra es un signo infrecuente en la escena artística: el número.

Pintar el número a partir de un código que ella inventa, variable en cada obra, incluso variando  sus tamaños; ampliando o disminuyendo la  densidad del poblamiento numérico; haciendo más  débil o más  intenso el  cromatismo; o los cambios  en la grafía requiere, necesariamente, cambios de posición del observador.

Ximena ha titulado su exposición “Ecuaciones” consecuente con el signo numérico.  Ambos admiten un denominador común: no se refieren a una unidad de especie determinada.  El número es una abstracción en sí mismo y la ecuación también al proponer una igualdad sin referente externo, que contiene una o más incógnitas.

Sus pinturas están ejecutadas con notable precisión y persistencia manual, sin recurrir a plantillas o instrumental mecánico o electrónico.  El signo numérico da forma a planos de color, sin necesidad de construirlos a partir de un proceso de abstracción desde lo real.

Al utilizarlo, la artista ejecuta una operación de corte, al separar el signo de su funcionalidad habitual.  Deja de estar vinculado a operaciones prácticas como la numeración de las calles, los precios en las tiendas  y otros espacios comerciales, o la compra doméstica de todos los días.  El signo está ahora liberado de toda atadura sin subordinación alguna.

El público queda invitado a mirar y pensar el número desde otra perspectiva, a interrogarse sobre las incógnitas que provoca en su desplazamiento, y que lo lleva a su condición original.  No intenta transmitir o portar algo distinto a sí mismo, sino que se impone por su sola presencia.

 

 

El hábito de pintar en los trabajos recientes de Ximena Mandiola
Por Carlos Navarrete
Santiago, Enero 2009.


“La mirada se construye en los objetos por los que se ve 
la elaboración de las materias y el nervio óptico es sólo 
el subterfugio por el que la materia invertida es extractada 
a su propia dimensión”
Carlos Cociña, Aguas Servidas (fragmento)

Entrar al taller de Ximena Mandiola es sumergirse en una serie de habitaciones, las que indistintamente van haciendo de estar, bodega, cocina y “taller”, entendida esta acepción como un pequeño habitáculo en donde la artista de manera certera va dando forma a sus pinturas en un acto secreto, sin un orden aparente. Ya que para cualquier persona que no sea ella, este lugar no deja de ser un espacio caótico, un puzzle habitacional, plagado de recortes, papeles, muebles, tubos de acrílico, pinceles y números. Cientos de ellos extraídos meticulosamente por la artista de diarios y revistas, los que parecieran ir inspirando su forma de entender el mundo a través de una pintura que obsesivamente revisa una y otra vez estas formas arábicas tan de nuestra era.

Como su espacio de trabajo, las cifras que comparecen en su obra son una intrincada red de secuencias capaces de sugerir el cromatismo, tamaño y orden de su comparecencia en el lienzo. Algo bellamente observado por Justo Pastor Mellado a propósito de una serie de obras del año 1998 cuando señala: “estos cuadros poseen dos tempos: uno de ejecución y otro de lectura. De esta distinción depende la eficacia discreta de su designación: Ximena Mandiola anota las intensidades del propio acto de numerar, buscando una concisión y una precisión que se refiere a la autonomía y autoreferencialidad de su propio acto gráfico. Lo que en definitiva escribe es una letanía que autoriza su crecimiento para ocupar el espacio total de sus formatos”. (1) Sentencia que bien podría introducirnos a esta nueva producción y de paso, hacernos meditar en el hábito que edifica su pintura.

Sin embargo, prefiero construir estas notas a partir del cotidiano inmediato, el  lugar que hace las veces de atelier  de la artista, ya que me parece sugerente indagar en como su modo de pintar se ha ido embebiendo de los decorados y colores provenientes de esa casa y el cité que la contiene. Arquitectura de forma orgánica que se hace parte de un todo, no distinguiendo el límite entre una construcción y otra, ni mucho menos, las fronteras entre los jardines o la pertenencia de la vegetación en este angosto pasillo comunitario en el barrio Bellavista.

Al pensar en este hábito pictórico, medito en esta realidad orgánica, ruinosa y a la vez clásica de la arquitectura que construye su casa-taller y en esa aparente pérdida de los límites entre figura y fondo que estos lienzos nos ofrecen, los que orgánicamente van borrando las fronteras de los planos, para que den paso, según la distancia que tomemos de la obra, a grandes superficies texturazas o bien, hermosas secuencias de ritmos y cromatismos en sincopados ritmos musicales.

Observar cada una de estas realizaciones, es en cierta medida dejarse llevar por la poesía que emana de estas cifras, a ratos fulgurantes, o bien, silenciosas y cercanas a las secuencias que configuran el ADN de la vida. A ese respecto medito en la sutil obra cuyo fondo es precisamente un alargado tablero de ajedrez, con su tramado ortogonal en blanco y negro sobre el cual la artista ha pintado los números en rojo intenso pero al revés. Tal vez, como una manera de rendir tributo a la figura de Leonardo en como él anotaba sus observaciones sobre la naturaleza, o bien, para ofrecernos un acertijo numérico sobre una geometría errática y biológica, en cierta medida ligada al embaldosado del pasillo por el que se accede a su casa-taller, o el piso que decora su cocina en ese lugar.

De ahí entonces que al observar por primera vez esta serie de pinturas a fines del 2008, la obra del artista brasileño Arthur Luis Piza viniese a mi memoria como la imagen grabada de la forma en virtud de su vida, entendida como la biología que la construye. Tema abordado por el poeta Enrique Lhin al reflexionar: “el arte de Piza representa una variante orgánica del arte no figurativo, que -especie de anti op que articula la imagen pero a partir de un orden biológico, del cuerpo- se insurge contra toda pretensión (dice él) de la geometría o de la explicación y creación científicas del fenómeno estético. ‘Hacer lo que uno es -agrega- Como en el budismo Zen’. Mantener la flexibilidad que permita registrar los cambios en uno.” (2) Ya que en general la pintura de Ximena Mandiola está en las antípodas del racionalismo numérico que a diario observamos en los indicadores económicos de la prensa escrita o virtual. En lo particular, me parece que esta serie de obras se erigen como un elogio al acto de pintar aludiendo a la vida.

Es más, la relativa torpeza con que cada una de estas secuencias numéricas han sido depositadas en el espacio pictórico, nos hablan de una intuitiva y sensual manera de registrar la cifra, como si en ello la artista secretamente fuese entregando a la par de la escritura numérica, el código secreto de las formas y motivos que le han inspirado cada uno de estos cuadros. Obras que vienen a ser el registro diario de sus observaciones al orden doméstico de un oficio pictórico libre de toda atadura formal y estilística. Amen de una forma diaria de entender la actividad del pintor como una constante oración.

Varias de estas realizaciones expelen esa relación de la anotación constante como una forma de rezar, pienso en ese lienzo con la secuencia 2371632712… y trato de imaginar una correspondencia con el mundo de objetos en que vivimos. Sin embargo, mientras trato de interpretar, no dejo de pensar en esos 1 en intenso anaranjado, los 6 y 3 en azules profundos y un 5 en negro como fondo de este cosmos. Lo que me lleva a sostener el tono afirmativo de su pintura, a partir de la comparecencia del trazo hecho gesto y luego número.

El acto de pintar y su actitud meditativa puede ser una vía para acercarnos a su trabajo, pero no menos cierto es que en su actual serie de obras asistimos a una elocuente declamación del gesto pictórico hecho número, marca y firma en su modo de comprender el oficio pictórico. Además de representar ciertos elementos que fundan la matemática, para transformarlos en tema de una pintura que busca afanosamente su ductus. Porque cada número depositado en la superficie del cuadro por Ximena Mandiola es su forma de ir afianzando su rúbrica en torno al acto de pintar y de paso, hurgar en las relaciones de la forma, color y formato que este hábito impone.

Al repasar estas obras en mi mente, se me viene de inmediato un lienzo en donde las secuencias numéricas son capaces de construir su propio horizonte; como si se tratase de un juego visual, algunos números comparecen en ordenadas líneas blancas y otros en negro. Tratando de convivir en un fondo ocre, el cual presagia el desembarco de la prominencia de estos dos bandos que por efecto visual se han visto enfrentados a correlaciones horizontales, convirtiendo la tela en una hoja de cuaderno, abierta e infinita para nuestra contemplación.

Asimismo en otra pintura, las secuencias de números están construidas en un rojo furioso sobre una superficie anaranjada, dotando de carácter y religiosidad a la composición por el temperamento cromático que emana de ella. Haciéndose parte de esta serie fuera de serie en que cada una de las obras de esta exhibición ante nuestra mirada se nos presentan. Ideas que me transportan a las observaciones de Jacques Derrida sobre una serie de dibujos del artista francés Titus-Carmel en su reflexión: “Una serie fuera-de-serie más que se inscribe, dos veces en doce, en la serie. El acto de Titus-Carmel se propone así como un acto de escritura discursiva, que deja un <acta>, en el sentido del archivo o del documento testamentario.” (3) Dado que al igual que el artista francés la pintura de X. Mandiola formula un acta sobre nuestro diario vivir, un testamento respecto al tiempo vivido e invertido en el espacio de la pintura por medio de las secuencias numéricas como si se tratasen de ciclos provenientes de un orden elíptico. Periodos que hoy se dan cita en las amplias dependencias de este museo, como hábito y elogio  a la constancia en torno al acto de pintar.

   
   
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